El Museo Guggenheim de Bilbao acoge un centenar de dibujos del pintor austríaco procedentes de la Albertina de Viena
El mismo año que fallecía Vicent Van Gogh (1890), nacía en Austria Egon Schiele. Su vida fue corta. No había cumplido los 30 años cuando se lo llevó por delante una gripe española, pocos días después de fallecer su mujer, embarazada de seis meses. Sin embargo, en apenas diez años de carrera dejó tras de sí una obra sorprendentemente rica que comprende más de 2.500 obras sobre papel y 330 pinturas sobre madera o lienzo. El Museo Guggenheim de Bilbao recibe ahora un centenar de estos trabajos procedentes de la Albertina de Viena, considerada como el paraíso de los aficionados al dibujo.
La exposición es un apasionante recorrido por la obra de este artista precoz que abarca desde su producción temprana realizada durante su formación en la Academia de Viena —pasando por aquellas obras con influencias de Gustav Klimt y el Modernismo hasta llegar a su etapa expresionista —en la que priman el tratamiento del color, el desnudo erótico explícito (inspirado en las fotografías que el doctor Jean-Martin Charcot tomó a mujeres diagnosticadas de histeria y las más eróticas de Otto Schmidt) y los retratos de niños—. Sin duda, el artista que elevó el dibujo a la categoría máxima.
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