Se levantó en el municipio vizcaíno de Gatika a mediados del siglo XIII como una casa-torre, pero casi cien años después el quinto Señor de Butrón la convirtió en su castillo. Esta imponente construcción sufrió los avatares de las luchas entre los grupos rivales de la nobleza vizcaína primero y luego el abandono, pero a finales del siglo XIX fue restaurado por el marqués de Torrecilla, don Narciso de Salabert.
Fue entonces cuando adquirió el aspecto actual, que sigue el estilo germánico, con elementos de fantasía que nada tienen que ver con el resto de las construcciones señoriales de la zona, sino más bien con los castillos de las películas de Walt Disney.
La reforma, con clara influencia de los castillos bávaros del siglo XIX, no estaba desde luego pensada para hacer más habitable el edificio. Sus caprichosas torres apenas cuentan con espacio útil y algunas estancias se conectan entre sí por medio de pasarelas y escaleras a la intemperie, toda una excentricidad para una mansión sometida al lluvioso cielo del Cantábrico.
La reforma, con clara influencia de los castillos bávaros del siglo XIX, no estaba desde luego pensada para hacer más habitable el edificio. Sus caprichosas torres apenas cuentan con espacio útil y algunas estancias se conectan entre sí por medio de pasarelas y escaleras a la intemperie, toda una excentricidad para una mansión sometida al lluvioso cielo del Cantábrico.
Lo que sí consigue su majestuosa estampa es convertirse en toda una atracción para la vista, algo para lo que además cuenta con un enorme jardín que lo circunda, lleno de plantas exóticas y palmeras.
Desgraciadamente, ahora no están permitidas las visitas, pero merece la pena darse una vuelta por sus alrededores para descubrir su entorno y observar desde fuera su original arquitectura.
Desgraciadamente, ahora no están permitidas las visitas, pero merece la pena darse una vuelta por sus alrededores para descubrir su entorno y observar desde fuera su original arquitectura.
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