"No te enrosques..."
¿Cuánto
tiempo perdemos dándole vueltas a un tema en nuestra cabeza?
Seis
herramientas clave para no hacerte la película y angustiarte en vano...
Combatiendo
el enrosque
Asumir
que “shit happens”. Deberíamos encarar nuestra vida teniendo
digerido que “shit happens”. En general, estamos convencid@s de
que las cosas deberían ser de otra manera, en lugar de aceptar que
son lo que son. No nos permitimos decir: “Hay un margen de fracaso
en todo. Si pasa, lo enfrento, lo sufro y aprendo la lección”.
Punto.
En
lugar de eso, nos enroscamos con la situación o la persona que no
estuvo a la altura de nuestras expectativas. Una vez más, tiene que
ver con un mundo irreal, donde manda el “debería o quisiera”.
Todo lo que Ellis sabiamente señaló: un mundo de supuestos donde
asumimos que las cosas son “como Yo creo”; un mundo con metas
demasiado altas, casi irreales.
¿En
qué termina? En angustiarnos porque no toleramos las frustraciones y
ya nos habíamos dibujado un mapa mental de cómo iba a ser todo.
Mejor aplicar más pies en la tierra, más tolerancia a lo
impredecible de la vida y a soltar todos los esquemas del “como yo
quiero que sea”.
Repasar
los supuestos fracasos. ¡Con objetividad! Hacer una lista de todas
esas fallas o dolores que fuimos teniendo y evaluarlos de una forma
más consciente y expeditiva. ¿Fue tan grave? ¿Lo pude mejorar?
¿Qué capitalicé de esa experiencia? Viéndolo a la distancia: ¿de
verdad fue taaaaaannnn terrible? Honestamente, a la larga, ¿afectó
tanto mi vida o pude superarlo y ya quedó en el pasado? Se trata de
plantarse desde un lugar donde podamos encontrar perspectiva y ver
las cosas más “como son”. Una vez más, una cosa es la “idea”
de cómo creemos que son o deberían ser las cosas... y otra es
sentarse frente a frente a lidiar con la realidad.
Tener
un extra de autoestima. En general, el enrosque tiene más lugar para
tejer sus redes cuando estamos en un mal momento, o muy cansadas, o
cuando se juntan varias situaciones frustrantes. Por eso, es bueno,
cuando estamos bien, llenar nuestro tanque de reserva de autoestima.
Yo valgo, pese a los pequeños embates de la vida, pese a que tenga
que ponerme remos en lugar de brazos, pese a que haya otra gente a la
que puede ser que todo le sea más fácil. ¡Yo valgo! ¡Yo soy
valiente! ¡Yo puedo soportar un fracaso porque estoy más allá de
eso, porque tengo muchos logros, mucha gente que me quiere, y porque
soy muy valiente!
Recurrir
al humor. Desde ya, es algo que, cuando estamos tomad@s por la nube
negra, es muy, muy difícil: reírnos de eso y de nosotr@s mism@s.
Por eso, está bueno tener un amig@ con el que hagamos un pacto de
salvataje y de humor. Un amig@ que pueda escucharnos el enrosque y,
en lugar de darnos mano para que eso siga creciendo, ayudarnos a
recuperar el humor.
Riendo
junt@s, nada se magnifica. En la realidad, nada es tan grave y
estamos acompañad@s igual, sin tener que encerrarnos en un drama
solitario o dar lástima para que los otros nos validen.
Confiar
en el futuro y ser agradecid@s. Aunque no podamos contra eso, aunque
por hoy nos demos por vencid@s, hay que intentar confiar en que
mañana podremos lidiar con eso; mañana podremos estar más fuertes
y ver las cosas desde otro lugar. Agradecer también tiene lo suyo.
En vez de engancharnos con el fallo, con lo que nos decepcionó,
podemos ver todo lo bueno que tenemos.
“No
me puedo mudar, pero estoy enamorad@, vivo con mi pareja, planeamos
casarnos. Hay gente que está sola...” “Mi jefe no me dio el
aumento. En algún lugar se lo agradezco, es hora de que busque otro trabajo y empiece a mandar currículums ganadores a todos lados.” Al
principio, puede ser difícil, puede ser medio forzado, como estar
mandándoles una onda a los pensamientos, pero medio a
regañadientes... Pero a la larga, funciona. La energía se renueva y
empezamos a creer en eso, como antes creíamos en la película mental
negativa. En definitiva, requiere mucha práctica. Ojo, que no es una
herramienta para todas: funciona mejor en las personas muy tenaces y
que están más dispuestas a ser felices... que a tener razón.
Conectarse
con el ahora. Hay un dicho popular que dice: “No es propiedad del
hombre hacer dos cosas al mismo tiempo”. Aunque lo hacemos siempre
(conducir y hablar por teléfono, comer y contestar mails, cocinar y
hablar con el teléfono inalámbrico enganchado entre el hombro y la
oreja hasta que nos da tortícolis, etc.), si somos honest@s, sabemos
que cuando hacemos dos cosas al mismo tiempo, no estamos conectadas
en profundidad con ninguna. Respirar hondo tres veces, aplicar alguna
técnica de relajación o meditación, sentir los pies tocando la
tierra; cualquier cosa que nos haga vivir el momento presente nos
conecta con otra cosa.
Si
estamos en el aquí y ahora, no podemos al mismo tiempo estar con el
tango cerebral. Sólo hay que descubrirse cuando una está tarareando
mentalmente: “Hay que saber sufrir, después amar, después partir
y al fin andar sin pensamiento... Perfume de naranjo en flor,
promesas vanas de un amor que se escaparon con el viento. Después...
¿Qué importa el después? Toda mi vida es el ayer que me detiene en
el pasado; eterna y vieja juventud que me ha dejado acobardad@ como
un pájaro sin luz”. ¡Basta de tango y a traerse al presente; de
los pelos, si es necesario!
Y
si nada funciona... Tampoco es cuestión de desanimarse. A veces, no lo podemos evitar, regodearnos en lo que salió mal y llorar
a moco tendido por lo mal que nos fue. Si intentaste todas las
herramientas, probaste otras nuevas y nada funciona: ¡enróscate
tranquil@! Tómate el permiso para abrazar la almohada y llenarla de
mocos (porque en esta situación extrema, se acabaron los pañuelitos
de papel y estás sol@ en el mundo).
Haz de tu mente el mejor plasma de 42 pulgadas y empieza a proyectar
todas las imágenes y pensamientos posibles: “Si lo hubiera hecho
de otra manera, si le hubiera dicho, ahora l@ llamo y le digo, no,
mejor no, a ver si yo voy y lo encaro en nuestro bar de siempre, él o ella llega, me mira, etc., etc., etc.”. En algún momento, llega el “the
end”; todo termina, hasta la tragedia más trágica. Y ahí: ¡a
otra cosa, mariposa!
No hay fórmulas, recetas ni ejemplos a seguir que funcionen
siempre y para todos. Hay enrosques más simples y otros más
complejos. No se trata de deshacernos de lo que somos o de nuestros
hábitos de un día para otro. Se trata de ejercitarnos, de estar
alert@s, de alivianarnos. Siempre poco a poco. ¡No se trata de ahora
enroscarnos porque somos enroscad@s!, sino, como una madeja de hilo... de desenroscarla con paciencia, con alegría, con espíritu lúdico.
Al fin y al cabo, con esa misma lana es posible que terminemos
tejiendo lo que de verdad queríamos...
Fotografía:
© Perfil Original & Auténtico®
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τσdσs lσs Dεяεcнσs яεsεяvαdσs©2.013
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