Realizar fotografías de cuadros es otra de esas disciplinas fotográficas un tanto molestas. Pocos son los que se especializan -tanto en técnica como en equipo- en ella, pero son muchos los que en alguna ocasión la han practicado: ¿quién no ha ido alguna vez a una pinacoteca? Los problemas, en cualquier caso, siempre son los mismos: "pelotazos" de flash, colores irreales o cuadros cortados... Veamos si todo esto tiene solución. Por Eduardo Parra
Siempre habrá alguna ocasión en la que nos toque fotografiar un cuadro. En este reto, compactas y réflex digitales están casi a la par, puesto que los elementos técnicos que vamos a necesitar están tanto en las unas como en las otras. De idéntico modo, las pegas que nos va a poner un tipo de cámara también nos las va a poner la otra.
Empecemos por la luz
Lo primero que hay que tener presente es que tendremos que recurrir, siempre que nos sea posible, a un trípode. Los cuadros no se van a mover, por lo que con un punto de apoyo podremos servirnos de varios segundos de exposición.
Pero si en algo tenemos que ser escrupulosos a la hora de fotografiar un cuadro es en ser fieles, al cien por cien, a sus colores. Un cuadro de El Bosco tiene sus colores: negros que son negros y rojos que son rojos, miles de matices y decenas de tonalidades intermedias. Lo que no podemos hacer -o al menos, no debemos- es obtener una fotografía con negros pardos, rojos anaranjados o matices, a su vez, matizados.
Hay dos elementos principales que pueden falsear los colores: el balance de blancos y la luz reflejada.
El balance de blancos debemos, literalmente, clavarlo. No vale una aproximación. Si nuestra cámara dispone de un modo de ajuste manual, hemos de usarlo. Por regla general, la iluminación de los museos es uniforme y muy difusa, con lo cual no tendremos, en teoría, excesivos problemas. Estos pueden aparecer cuando, aparte de la iluminación artificial -tungstenos, generalmente-, existen ventanas que dejan pasar la luz blanca del sol. Atentos a este pequeño detalle, puesto que las combinaciones de luz pueden confundir a los equipos.
La luz reflejada en las paredes es el segundo -y quizás el más grave- problema con el que podemos encontrarnos. Como casi siempre ocurre, los espacios no se diseñan pensando en los fotógrafos. En algunos museos las paredes están pintadas de colores distintos del blanco, provocando dominantes, fotográficamente hablando, terribles.
Para atacar este problema, la mejor arma es el retoque digital en el ordenador. Se toma una fotografía de muestra, con un blanco de referencia que luego se utilizará para hacer los ajustes (muchas veces, el panel de información que está junto a cada obra es más que suficiente). Sin un blanco de referencia, sería prácticamente imposible hacer una corrección fiable al cien por cien en el ordenador.
Otros detalles
En la fotografía de cuadros, el flash es uno de esos elementos casi siempre prohibidos, sobre todo si no disponemos de un buen par de flashes de estudio. Los flashes integrados son totalmente inútiles, salvo que recurramos a algún truquillo fotográfico. Y ello se debe a que los cuadros, sobre todo los más antiguos, están cubiertos por una capa protectora que los hace muy brillantes y propensos a los reflejos.
En lo que respecta a diafragmas y focales, la cosa es sencilla. Dado que el cuadro es plano, un diafragma abierto es ideal: ganamos luz y no corremos riesgo de perder foco. Tan sólo hay que tener cuidado de que nuestra abertura no cause "viñeteo" y, en caso de que lo haga, cerrar un poco el diafragma.
Con las distancias focales tampoco hay mayores problemas. Ante todo, deben evitarse los extremos -angular y tele- para minimizar las distorsiones geométricas. Por cierto, una buena focal para estos casos suele ser la de 50 mm, similar al ángulo de visión del ojo humano
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