En anteriores entregas hemos introducido que en el mundo (y en el Parque Natural de Cabo de Gata) existen varios tipos de vulcanismo y de edificios volcánicos. Es más, siendo rigurosos podríamos decir que cada volcán representa una tipología diferente. Podemos agruparlos en función de sus similitudes morfológicas, a partir de los mecanismos de erupción predominantes, o en función de las litologías de las rocas a las que dan lugar. Uno de los grupos más característicos es el formado por las calderas volcánicas. La formación de una caldera es el resultado del proceso volcánico más energético y más explosivo. Técnicamente no se generan por una erupción en sí, sino a consecuencia del colapso por gravedad de un edificio volcánico preexistente.
El esquema típico de la estructura interna de un volcán, con una cámara magmática situada a varios cientos de metros bajo el cráter principal, es el punto de partida para la formación de una caldera. Sin embargo, solo las erupciones más intensas darán lugar este fenómeno geológico, ya que es preciso que la fuerza de dicha erupción sea tal que vacíe, parcial o totalmente, la cámara magmática. Tal y como se aprecia en la imagen inferior, una erupción volcánica con tal potencia provocaría la pérdida de sustentación del edificio volcánico, dando lugar a su colapso por gravedad. Una vez desencadenado, el proceso es imparable, ya que el inicio del colapso no hace sino incrementar la presión en la cámara magmática, reforzando aún más la erupción, y retroalimentando el desplome del volcán sobre su base.
Una serie de rasgos geológicos caracterizan las calderas volcánicas y nos ayudan a identificarlas en el campo. Por supuesto, el primero de ellos es la morfología. Una depresión con un diámetro que va desde cientos de metros hasta decenas de kilómetros, que en ocasiones puede asemejarse a un cráter de impacto. Si el vulcanismo sigue activo tras el cataclismo, puede haber una resurgencia, es decir, puede volver a formarse una nueva caldera en el emplazamiento de la primera, y también pueden desarrollarse uno o varios edificios volcánicos nuevos en su interior. Otro rasgo típico es la presencia, en los márgenes de la caldera, de un conjunto de rocas muy explosivas o piroclásticas, tales como pumitas o ignimbritas. Son el resultado del depósito de las cenizas y lapilli proyectados a la atmósfera por las grandes explosiones volcánicas que preceden y acompañan al colapso de la caldera.
En tercer lugar, tenemos el tectonismo. Especialmente en el escarpe circular que bordea la caldera, y en sus proximidades, encontraremos un sistema de fallas que acomodan el hundimiento de los bloques interiores del edificio volcánico. Y un cuarto rasgo es el desarrollo, en las últimas etapas de vulcanismo, de complejos y extensos sistemas hidrotermales, debido a los fluidos a gran temperatura que se desprenden del magma aún caliente, y que circulan hacia arriba a través de grietas y fracturas, modificando significativamente la roca preexistente.
Todos estos rasgos, salvo los ligados a la presencia de volcanes activos, están presentes en las diversas calderas que podemos encontrar en el Parque Natural de Cabo de Gata. Existen cuatro calderas principales. La primera de ellas, la más conocida, y la más reconocible es la Caldera de la Majada Redonda, a la que se accede desde la aldea de las Presillas Bajas, próxima a los escullos. Otras dos están en Rodalquilar. La más antigua abarca prácticamente desde el Cortijo del Fraile hasta el mar en el Playazo, formando el actual valle de Rodalquilar. La más moderna, la Lomilla, es una caldera resurgente en el interior de la de Rodalquilar. El Cerro del Cinto y el de las Lázaras son parte de los afloramientos de rocas piroclasticas (ignimbritas) de aquellas dos grandes erupciones volcánicas, y en ellas, los procesos de alteración hidrotermal son los mayores responsables de los yacimientos minerales que han hecho célebre a esta pequeña localidad almeriense.
La última de las grandes calderas de Cabo de Gata es la menos conocida y quizás la más sorprendente. De ella sólo se conserva uno de los flancos en los acantilados que bordean el Cerro del Fraile, concretamente entre los Escullos y la Punta de Loma Pelada. El resto de esta gran estructura está bajo el Mar Mediterráneo. En esta caldera se aprecia especialmente bien el sistema de fallas que caracterizan sus flancos y el sistema de circulación hidrotermal que ha dado lugar a la formación de varios yacimientos de interés económico que han sido explotados en el pasado, y que parecen estar asociados genéticamente con los de Rodalquilar.
Existen algunas otras calderas más dudosas y de menor entidad, como la existente en las inmediaciones de Cala Higuera. Es recomendable visitar ésta y las demás calderas de Cabo de Gata con el acompañamiento de un guía geólogo experto que nos ayude a entender e identificar todos sus sorprendentes rasgos y características.
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