sábado, 1 de diciembre de 2012

Borondo, ilustraciones callejeras que dignifican los rincones más descuidados de las ciudades...


Aprovecha rincones descuidados, paredes desconchadas, cabinas de teléfono siempre vacías por la riada tecnológica de los móviles. Las figuras humanas del artista urbano Gonzalo Borondo (Segovia, 1989) podrían estar en un bloc de dibujo, son figurativas y de trazos sencillos, como ejercicios del estudiante que es. Aguardan con paciencia a que el espectador las descubra en el paisaje de la ciudad.

Los personajes tienen una actitud fantasmal, un lenguaje corporal de hombros caídos y la mirada apagada: la mujer que se lava las manos con el hilo de agua de un grifo enfrenta a quien la observa, un grupo de hombres como de otra época se alinean encorvados en una mañana fría. Su autor sin embargo evita hablar de tristeza o abatimiento y le concede al espectador la libertad para hacer "la lectura posterior".

El deterioro y el olvido contribuyen a la atmósfera melancólica. Con sus ilustraciones urbanas, Borondo quiere llamar la atención sobre la dejadez deliberada, sobre los rincones que no se preservan: "Interactúo con ellos respetándolos y admirándolos por lo que son, historia". Borondo protesta contra el afán de tirar y construir sin necesidad, contra los edificios anodinos que arrancan el carácter de una ciudad y la hacen parecerse a cualquier otra.
 
 
 

'Incisiones a la calle'

Le gusta trabajar en la calle porque permite una comunicación "amplia, democrática y directa", pero es consciente del riesgo de las multas y de la condición efímera de los trabajos, eliminados cuando se vuelve a pintar la pared o tapados por carteles. Para mitigar los problemas con "las fuerzas del orden", además del rodillo y la pintura plástica para los murales, Borondo ha descubierto las ventajas de pintar sobre un cristal y después arañar la superficie. La técnica le permite trabajar sin presión ni prisas: "no tendrían motivos legales para detenerme. Lo que estoy haciéndo es quitar pintura".
 
Con la misión de "aportar un poco de poética" al paisaje urbano y abrir un diálogo que mitigue la agresividad de la "contaminacion visual" de "neones, publicidad, colores llamativos y grandes letreros" ha diseminado sus creaciones en ciudades de Italia y Polonia y es frecuente encontrar su rastro en Madrid.

En su aventura artística también ha tocado temas de actualidad: entre los proyectos de este último año (que pasó estudiando en Roma) destaca Incisiones a la calle, una serie de grabados, relativos a la pobreza, realizados sobre cartón y periódicos de economía que el artista pegó en paredes junto a cajeros automáticos del centro de la capital italiana, que también es el centro financiero de la ciudad.

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